miércoles, 16 de febrero de 2011

Los banqueros “bolcheviques”

Existen numerosas evidencias que demuestran que la Revolución rusa de 1917 fue financiada por la banca internacional liderada por el poderoso sindicato de banqueros judíos instalados en Wall Street y Londres.

El influyente Rabino Wise declaraba lo siguiente en el New York Times del 24 de marzo de 1917: «Creo que de todos los logros de mi pueblo, ninguno ha sido más noble que la parte que los hijos e hijas de Israel han tomado en el gran movimiento que ha culminado en la Rusia Libre (¡La Revolución!)».

Asimismo, del Registro de la Comunidad Judía de la ciudad de Nueva York, se extrae el siguiente texto:

«La empresa de Kuhn-Loeb & Company sostuvo el préstamo de guerra japonés entre 1904 y 1905, haciendo así posible la victoria japonesa sobre Rusia… Jacob Schiff financió a los enemigos de la Rusia autocrática y usó su influencia para mantener alejada a Rusia de los mercados financieros de los Estados Unidos».

En 1916 se celebró en Nueva York un congreso de organizaciones marxistas rusas. Estos gastos fueron sufragados por el banquero judío Jacob Schiff. Otros de los banqueros que asistieron e hicieron generosas donaciones fueron Felix Warburg, Otto Kahn, Mortimer Schiff y Olaf Asxhberg.

Sin embargo, según la historia oficial que se enseña en las escuelas y en las universidades se asegura que las revoluciones de 1905 y 1917 en Rusia se debieron a un minúsculo grupúsculo de revolucionarios marxistas que, liderados por Lenin y Trotsky lucharon heroicamente contra la opresión y la tiranía zarista logrando alcanzar el poder e implantar un sistema, el marxista, que había sido diseñado por un judío alemán varias décadas antes para ser implantado en la Alemania industrializado, y no en la paupérrima Rusia rural y desindustrializada. Consecuencia: la revolución marxista creó más miseria y desheredados que el propio sistema que pretendía erradicar.

Para toda empresa, incluida la implantación del marxismo, se necesita mucho dinero, un dinero cuya procedencia jamás aclararon los líderes del marxismo. Sin dinero e influencias no se puede lograr nada.

Sabemos que durante la guerra de Crimea (1853-1856) James Rothschild se ofreció muy gentilmente para su financiación y que la emperatriz Eugenia de Montijo intercedió en su favor para convencer al emperador francés Napoleón III. Gracias a esto, Rothschild consiguió un doble objetivo: accedió al consejo de administración del Banco de Francia, y logró infligir un serio revés al zar, considerado ya entonces el tiránico opresor de los judíos. El duque de Coburgo cuenta esto en sus memorias:

«Esta actitud hostil [contra el zar] debe atribuirse a que los israelitas sufrían una particular opresión en Rusia».

Muy caro le iban a costar a Francia sus negocios con los Rothschild. Más tarde, la élite financiera judía logró aislar diplomáticamente a Rusia, mientras, a través de la banca Kuhn-Loeb y Cía. de New York, cuyo jefe era Jacob Schiff, agente de Rothschild, financió al Japón en 1905 y se ocupó de que el resto de banqueros del sindicato internacional no concediesen créditos a Rusia para seguir adelante con la guerra, lo que provocó la derrota rusa y la consiguiente revolución que se desató en 1905.

Otra vez se había aplicado la fórmula Rothschild de cerrar el grifo del crédito al gobierno que le interesaba derrocar, y concederlo al que convenía potenciar para eliminar al primero. Aquella línea de crédito abierta por la banca judía al Japón le sirvió para modernizar su Ejército y su Armada, cuyo expansionismo culminaría con la invasión de China en 1937 y, posteriormente, con su intervención en la Segunda Guerra Mundial contra Estados Unidos y Gran Bretaña, los mismos países que le habían financiado a partir de 1905 para vencer a los rusos, y en 1914 para frenar el expansionismo alemán en el Extremo Oriente.

Hacia esa época, durante la breve guerra ruso-japonesa de 1905, y la sangrienta revolución que agitó el imperio ruso, hizo su aparición en escena un tal Leiba Davidovich Bronstein, alias León Trotsky, que es encarcelado y logra huir de Siberia para residir después en Suiza, París y Londres donde conoce a otros refugiados como Lenin, Plejanov y Martov. Así lo cuenta el propio Trotsky en su autobiografía:

«He vivido exiliado, en conjunto, unos doce años, en varios países de Europa y América: dos años antes de estallar la revolución de 1905 y unos diez después de su represión. Durante la guerra, fui condenado a prisión por rebeldía en la Alemania gobernada por los Hoehenzollern (1905); al año siguiente fui expulsado de Francia y me trasladé a España, donde, tras una breve detención en la cárcel de Madrid y un mes de estancia en Cádiz bajo la atenta vigilancia de la policía, me expulsaron de nuevo y embarqué con rumbo a Norteamérica. Allí, me sorprendieron las primeras noticias de la revolución rusa de febrero [1917]. De vuelta a Rusia, en marzo de ese mismo año, fui detenido por los ingleses e internado durante un mes en un campo de concentración en Canadá. Tomé parte activa en las revoluciones de 1905 y 1917, y en ambas ocasiones fui presidente del Soviet de Petrogrado. Como hijo de un terrateniente acomodado, pertenecía más bien al grupo de los privilegiados que al de los oprimidos. En mi familia y en la finca se hablaba el ruso ucraniano. Y aunque en las escuelas sólo admitían a los chicos judíos hasta un cierto cupo, por cuya causa hube de perder un año, como era siempre el primero de la clase, para mí no regía aquella limitación».

Resulta que en ese período tan convulso de la historia, Trotsky se convierte en un hombre de élite, regresando a Rusia casado con la hija de Givotovsky uno de los socios menores de los banqueros Warburg, socios y además parientes de Jacob Schiff, de ahí que Trotsky se convierta en el principal revolucionario de 1905. La conexión de Trotsky con la revolución bolchevique se realiza gracias a la mujer de Lenin, Krupsakaya. Tanto peso tenía esta mujer que el movimiento bolchevique que Trotsky señala su trabajo en el exilio. Por supuesto que, del misterioso origen de sus fuentes de financiación, no se dice ni una sola palabra:

«Lenin había ido concentrando en sus manos las comunicaciones con Rusia. La secretaría de la redacción estaba a cargo de su mujer, Nereida Kostantinovna Krupsakaya. La Krupsakaya era el centro de todo el trabajo de organización, la encargada de recibir a los camaradas que llegaban a Londres, de despachar y dar instrucciones a los que partían, de establecer la comunicación con ellos, de escribir las cartas, cifrándolas y descifrándolas. En su cuarto olía casi siempre a papel quemado, a causa de las cartas y papeles que constantemente había que estar haciendo desaparecer».

Los banqueros judíos también apoyaron a la URSS durante la Guerra Fría, tanto económica como tecnológicamente, gracias al traspaso de patentes e información técnica. Del mismo modo que llevan dos décadas apoyando y favoreciendo de todas las maneras imaginables al Régimen comunista chino.

Mientras las potencias occidentales se gastaban miles de millones de dólares en armarse contra el enemigo soviético, los especuladores controlaban a los dos bandos, como ya lo habían hecho durante las guerras napoleónicas y la primera guerra mundial. Su táctica era infalible. Ganara quien ganara, ellos nunca saldrían perdiendo. Veamos algunos ejemplos concretos sobre esta cuestión:

Después de la Revolución bolchevique, la Standard Oil, unida a los intereses de los Rockefeller, invirtió millones de dólares en negocios en la URSS. Entre otras adquisiciones, se hizo con la mitad de los campos petrolíferos del Cáucaso.

Según informes del Departamento de Estado norteamericano, la banca Kuhn-Loeb financió los planes de recuperación de los bolcheviques durante los cinco primeros años de la Revolución (1917-1922).

El ex director de cambio y divisas internacionales de la Reserva Federal admitió en una conferencia pronunciada el 5 de diciembre de 1984 que la banca soviética influía enormemente en el mercado interbancario a través de determinadas empresas “análogas” estadounidenses. Asimismo, los soviéticos se aliaron en 1980 con grandes empresas occidentales para controlar el mercado mundial del oro.

Según se desprende de documentos del FBI desclasificados y del Departamento de Estado norteamericano, apoyados por documentos del Kremlin filtrados tras la caída de la URSS (1991), el magnate Armand Hammer financió y colaboró desde los primeros años de la Revolución bolchevique en el establecimiento de la Unión Soviética. Albert Gore, padre del ex vicepresidente Al Gore, trabajó durante buena parte de su vida para Hammer. Albert Gore, desde su puesto en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, abortó varias investigaciones federales sobre las relaciones de Hammer con la URSS. Además, el multimillonario financió la carrera política de Al Gore, candidato a la presidencia de EEUU en 2000 y que, finalmente, fue polémicamente derrotado por George W. Bush.

El Comité Reece del Congreso de los Estados Unidos, encargado de investigar las operaciones de las fundaciones libres de impuestos, descubrió la implicación de estas supuestas sociedades filantrópicas dependientes de la banca privada, en la financiación de movimientos revolucionarios en todo el mundo.

El New York Times publicó que el conocido magnate Cyrus Eaton, junto con David Rockefeller, alcanzó varios acuerdos con los soviéticos para enviarles todo tipo de patentes durante la época de la Guerra Fría. Es decir, los especuladores internacionales estuvieron durante años enviando a la URSS capacidad tecnológica estadounidense para que pudiese seguir la estela de EEUU en la carrera de armamentos. Algo que ya denunció el senador y futuro presidente Richard Nixon en 1949, cuando Mao Zedong se hizo con el poder en China. En 1972 los banqueros le obligaron a sellar la paz con el tirano chino y dos años después le “expulsaron” de la Casa Blanca a través del escándalo del Watergate por haber opuesto demasiadas objeciones a la que se conoció como “la gran apertura a China”.
George Soros, es uno de los grandes especuladores de nuestra época, y digno continuador de los Rothschild, Rockefeller y Warburg. Resulta muy revelador recordar lo que el propio banquero Paul Warburg declaró en cierta ocasión ante los miembros del Senado estadounidense:

“Nos guste o no, tendremos un gobierno mundial único. La cuestión es, si se conseguirá mediante consentimiento o por imposición”.

La instauración de la Sociedad de Naciones, tras la Primera Guerra Mundial, precursora de la actual Organización de las Naciones Unidas (ONU), refundada después de la Segunda Guerra Mundial, fue el paso previo para el establecimiento de ese gobierno mundial del que hablaba Warburg.

En 1929, cuando se produjo la gran crisis financiera de Wall Street, inducida por los Rothschild, Rockefeller, Warburg, Morgan y los demás banqueros del trust internacional, el Partido Nazi contaba con cerca de 180000 afiliados y, en las siguientes elecciones generales obtuvo 107 diputados en el Reichstag o Parlamento alemán. Tras una serie de crisis gubernamentales provocadas deliberadamente, las elecciones de 1932 le dieron la mayoría al Partido Nacional Socialista con 230 diputados.

Los mismos especuladores que financiaron la Revolución bolchevique, fueron los responsables de la ascensión de Hitler al poder facilitándole el dinero para conseguirlo. Alguien puede objetar diciendo que esos banqueros eran de origen judío casi todos, y que los nazis eran marcadamente antijudíos. Las propias palabras de Rockefeller (de origen judío) explican esta aparente contradicción:

“Los negocios y las empresas deben estar por encima de los conflictos entre las Naciones”.

El Partido Nacional Socialista obtuvo todo tipo de apoyos desde los grandes bancos y trusts financieros. Los principales banqueros creían que sólo con Hitler en el poder se podría evitar que se llevase a cabo el plan de recuperación económica ideado por el doctor Wilhelm Lauterbach. El principal agente de los banqueros internacionales en esta operación fue Greeley Schacht, presidente del Banco Central de Alemania, y desde siempre vinculado a los intereses de la Banca J. P. Morgan.

Con su polémica renuncia al cargo, Schacht provocó una profunda inestabilidad política y, en apenas cuatro años, Alemania tuvo otros tantos gobiernos. El último de ellos, presidido por Von Schieicher, consiguió cierta estabilidad, desasosegando a los especuladores. Con el apoyo de Schacht, los banqueros consiguieron que Von Schieicher fuese destituido de su cargo de canciller y colocaron en su lugar a Hitler, fuertemente apoyado por la gran banca judía con sede en Wall Street. En 1933 Hitler consiguió el apoyo de más del 90% de los votantes, erigiéndose en Führer (caudillo) con una mayoría en las urnas apabullante.
En la famosa Noche de los Cuchillos Largos, uno de los asesinados, por supuesto, fue Von Schleicher, el único que podía hacer frente a los intereses oligárquicos de la banca privada que, unidos a las ansias de poder del nuevo canciller alemán, provocaron la Segunda Guerra Mundial en 1939.

Una de las incógnitas de esa guerra es saber por qué la aviación aliada, que contó con la supremacía aérea a partir de 1943, no destruyó las vías férreas que transportaban a los deportados judíos a los campos de exterminio.

Tal vez una de las razones sea que desde la segunda mitad del siglo XIX los judíos hasidim de Europa oriental controlaban el mercado internacional de diamantes, que amenazaba con desbancar al del oro, fiscalizado a nivel mundial por los Rothschild de Londres. Si el oro, como valor absoluto de intercambio, era substituido por los diamantes, podía darse un dramático vuelco en los mercados internacionales de divisas.

Por otra parte, los cientos de miles de judíos europeos a los que los sionistas querían convencer para que abandonasen sus hogares y emigrasen a Palestina para fundar allí un Estado hebreo, no lo habrían hecho de no haberse visto obligados por la amenaza de la persecución, primero, y por las dramáticas consecuencias del Holocausto, después.
Y esto nos lleva a tomar en consideración una maquiavélica ecuación histórica, una diabólica y trágica relación causa-efecto, según la cual, de no haberse producido el Holocausto, jamás hubiese llegado a fundarse el moderno estado de Israel. Repasemos brevemente los prolegómenos de la fundación del “hogar judío” en Palestina preconizado por los sionistas.
Un falso telegrama enviado el 16 de enero de 1917 por el secretario de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmermann, a su embajador en México, Heinrich von Eckardt, durante la Primera Guerra Mundial, sirvió para convencer al pueblo norteamericano de que el Gobierno mexicano estaba ultimando una alianza con el káiser Guillermo II para invadir los Estados Unidos y recuperar los territorios perdidos en 1848. El telegrama fue “convenientemente” interceptado por los británicos y entregado por el almirante Hall al ministro de Relaciones Exteriores, Arthur James Balfour, que se lo dio al embajador estadounidense en Gran Bretaña, Walter Page, quien a su vez se lo envió al presidente Woodrow Wilson.

El contenido de aquel telegrama aceleró la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Además, el mensaje fue enviado en un momento en que los sentimientos belicistas se vivían con particular intensidad en Estados Unidos: un submarino alemán había torpedeado el paquebote RMS Lusitania, un barco de pasajeros inglés. Varios cientos de pasajeros estadounidenses que viajaban a bordo, perdieron la vida. Muchos años después, ya en la década de los años ochenta, cuando la historia no interesaba a nadie, se demostró que el Lusitania, tal como había declarado el comandante del sumergible alemán (por la implosión que se produjo en el buque), transportaba munición de artillería. La misión de “señuelo” del RMS Lusitania fue planificada y aprobada por el propio lord del Almirantazgo, Winston Churchill.

Además de involucrar hábilmente a los Estados Unidos en la contienda, los británicos prometieron a los influyentes banqueros judíos, próximos a los postulados sionistas de Theodor Herzl, que si Gran Bretaña derrotaba a Turquía, apoyaría la creación del anhelado «hogar judío» en Palestina.

Por supuesto, ese «hogar» tenía un precio, así que la comunidad judía internacional debía contribuir al esfuerzo de guerra británico. Paralelamente, Arthur Balfour prometió exactamente lo mismo a los árabes si combatían a los turcos en calidad de aliados de Gran Bretaña. Cuando acabó la guerra “donde dije digo, digo Diego y aquí paz, y después gloria”. Los ingleses se apropiaron de los territorios turcos, establecieron unas fronteras trazadas con tiralíneas (que aún se mantienen) y dividieron aquellas tierras árabes en países ficticios que no se correspondían con las etnias que los habitaban desde los tiempos bíblicos, sino con los ricos yacimientos petrolíferos que contenían. A continuación, crearon una serie de maleables petromonarquías de opereta, y se dedicaron a explotar tranquilamente sus nuevos negocios. Básicamente, el sistema de alianzas establecido en 1919 ha perdurado hasta nuestros días.

El teniente Thomas E. Lawrence (el “Lawrence de Arabia” de la excelente película de David Lean) se mostró siempre crítico con aquellos planes del Gobierno británico, y así se lo hizo saber a lo largo de varios años, hasta que en 1935, aquel molesto héroe de la guerra del desierto falleció en un extraño accidente de tráfico cuando pilotaba su motocicleta por una solitaria carretera que atravesaba la bucólica campiña inglesa.

Entretanto, los judíos se sentían estafados por los ingleses. Sin embargo, y para paliar los efectos del monumental engaño, durante la época de entreguerras (1919-1939), los británicos permitieron a los judíos instalarse en Palestina. La mayoría eran rusos blancos (antibolcheviques) y europeos del este, ex ciudadanos del disuelto Imperio Austrohúngaro. A partir de 1933, el flujo migratorio de judíos alemanes a Palestina fue también considerable. Hasta esa época, la de entreguerras, la población judía en Palestina era mayoritariamente sefardí, descendientes de aquellos judíos españoles expulsados en 1492.
Terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, la marea de colonos judíos desembarcando en Palestina fue imparable y, recuerda inquietantemente, las fenomenales avalanchas de marroquíes y subsaharianos que han llegado a España en los últimos diez años. De hecho, la táctica empleada por los judíos europeos en Palestina, recuerda mucho la que están empleando ahora los marroquíes en Ceuta y Melilla: conseguir, a través de la inmigración, la mayoría demográfica necesaria para obtener su independencia o, lo que es lo mismo, en caso de las ciudades autónomas españolas, su integración en Marruecos.
Viendo lo que se les venía encima, los británicos se quitaron de en medio y los judíos proclamaron el estado de Israel el 14 de mayo de 1948. El resto del problema es de sobras conocido.

Arthur Balfour creó un terrible equívoco en 1916, y esa artimaña diplomática de los británicos tuvo unos efectos catastróficos en la zona. Luego, en 1948, secundados por los estadounidenses, “vendieron” a los judíos algo que no les pertenecía para saldar una vieja deuda de guerra.

En 1916 Wilson fue reelegido presidente de los Estados Unidos. Uno de sus eslóganes durante la campaña electoral fue: “Él nos mantuvo alejados de la guerra”. Pero sus intenciones eran bien distintas. El coronel Mandel House, agente del trust de la banca y mano derecha de Wilson, tenía instrucciones precisas para lograr que la nación participase en aquella guerra global cuyos solapados motivos eran estrictamente mercantilistas.
La banca internacional había prestado grandes sumas de dinero a Gran Bretaña, implicándose en su industria y en su comercio exterior. Sin embargo, los negocios británicos se veían frenados por la competencia cada vez más dura de Alemania. Al sindicato internacional de banqueros le interesaba una guerra para no perder buena parte de sus intereses en el Reino Unido. Además, necesitaban urgentemente el auxilio militar estadounidense. En ese empeño, el cártel financiero utilizó a todos sus agentes norteamericanos, sobre todo a Mandel House, y todo su poder mediático.
La mayoría de los grandes periódicos de la época estaban en manos de banqueros que eran sus principales accionistas. Si la excusa perfecta para declararle la guerra a España en 1898 llegó con el hundimiento del USS Maine y la proporcionaron los periódicos sensacionalistas de Hearst, el pretexto para entrar en la guerra europea llegó con el hundimiento del paquebote RMS Lusitania por los alemanes en 1915.

La noticia fue magnificada por la misma prensa amarilla del magnate Randolph Hearst que había fomentado la intervención norteamericana en Cuba, y en cuyos periódicos la Embajada alemana en Washington había publicado reiterados avisos advirtiendo que el RMS Lusitania transportaba armamento, y que su país y Gran Bretaña estaban en guerra, situación que se daba también en alta mar, por lo que sus submarinos tenían orden de hundir cualquier buque que transportase tropas o municiones con destino a Gran Bretaña y sus aliados.

Todo fue en balde. Casi dos años después, en abril de 1917, bajo el lema “La guerra que acabará con todas las guerras” Estados Unidos entró en el conflicto.

Pero aquella lejana guerra de 1914-1918 no acabó con todas las guerras, como se dijo falazmente para engañar a la opinión pública. Fue, más bien, el principio de todas las demás guerras que asolaron al mundo a lo largo del siglo XX y lo que llevamos de este siglo XXI, que no parece que vaya a ser mejor que el anterior.

Como siempre, los que manejan los hilos de la economía y la política internacional, permanecen ocultos entre bastidores. Y mientras la ciudadanía siga pensando que las crisis económicas y financieras, así como las guerras, se producen de forma espontánea, los especuladores tendrán asegurada su impunidad.

fuente: http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/64542/los-banqueros-bolcheviques

viernes, 11 de febrero de 2011

COMUNISMO NAZI


¿sistemas rivales u objetivos comunes?

¿Cuántas veces, en nuestras universidades, oímos decir que el nazismo y el comunismo son sistemas opuestos?
Curiosamente, siempre que se dice esto, existe una simpatía - unas veces declarada, otras no - por el comunismo.
A los incautos les puede parecer que el nazi-fascismo y el socialismo son diametralmente opuestos en sus teorías, pues los defensores de la izquierda crean un mito que distancia infinitamente aquellas doctrinas, contrariando la irrefutable realidad de los datos que prueban la existencia de una estrechísima vinculación entre las mismas.
De entre las innumerables semejanzas que identifican al nazi-fascismo con el socialismo podemos destacar algunas, tales como el mismo origen ideológico, y por ende, la doctrina atea, dialéctica, socialista y totalitaria de ambas.
A pesar del mito creado por los socialistas, no podemos dejar escapar a nuestro entendimiento que los ideólogos del fascismo, del mismo modo que Marx, remontaron a Hegel la elaboración de su teoría, adoptando la dialéctica extraída de aquel pensador.
En efecto, no sería exagerado afirmar que el nazi-fascismo y el socialismo tienen a la dialéctica relativista de Hegel como génesis y fulcro. Hegel, por su parte, adoptó todas las proposiciones de Heráclito [540 a 480 A.C.], famoso defensor de la tesis de que la realidad plena e inmutable no existe.
Tal concepción destruye todas las nociones de verdad; nada subsiste de absoluto ni de definitivo, y menos de sagrado.
Nazismo
Comunismo
"El movimiento nacional-socialista tiene un solo maestro: el marxismo"
(Goebbels, "Kampf um Berlin", p. 19)
"Nosotros, comunistas, somos discípulos de Marx y Engels"
(Thorez, Discurso de 28/10/37. Ed. Comité Popular de Propaganda)
"No queremos más a Dios que a Alemania"
(Hitler,"Bayrischer Kurier" de 25/5/23)
"Dios es un enemigo personal de la sociedad comunista"
(Lenin, carta a Gorki)
"Todo del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado"
(Mussolini, Discurso a la Cámara de los Dip. 9/12/28)
"La Dictadura del Proletariado es una dominación no restringida por la ley y basada en la fuerza"
(Lenin, "El Estado y la Revolución")
"Nosotros somos socialistas, y enemigos mortales del actual sistema económico capitalista".
(Der Nationalsocialismus, die Weltanschauung des 20 Jahrhunderts)
No es necesario probar lo obvio.
"Los niños son educados en común por educadoras experimentadas en maternidades especiales."
(Dupre, "Weltanschauug und Rassenzuechtung")
"Nos acusan de querer abolir la explotación de los hijos por sus padres. Pues bien, confesamos ese crimen".
(Marx y Engels, "El Manifiesto Comunista")
Existe otra semejanza: el nazi-fascismo y el socialismo siguen una doctrina dialéctica y atea.
Marx, de la misma manera que Mussolini, vislumbraba la "perecible" realidad histórica como una síntesis resultante de una antítesis que se contraponía a una tesis. Para ellos la dialéctica se constituía en un instrumento de transformación de lo real. Por eso afirmaba Mussolini que la lucha es el origen de todas las cosas y Marx decía que la lucha de clases era una ley histórica.
Otra interesante semejanza entre los sistemas que estamos tratando es que ambos son defensores del socialismo y aspiran a establecer un Estado totalitario. En ese sentido ya se orientaba la obra nazi ''Der Nationalsocialismus'' con la siguiente afirmación: ''nosotros somos socialistas y enemigos mortales del actual sistema económico capitalista''.
No podemos olvidar el hecho de que el nombre del partido nazi, traducido del alemán, era Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes. Goebbels en ''Kampf Um Berlim'' ya afirmaba: el movimiento nacional socialista [nazista] tiene un solo maestro, el marxismo.
También Lenin en ''El Estado y la Revolución'' definía: "la dictadura del proletariado es la dominación no restringida por la ley y basada en la fuerza".
Finalmente, después de un rápido análisis del nazi-fascismo y del socialismo, nos restan algunas indagaciones: ¿será que hay una substancial diferencia entre los sistemas citados o será que aquel tan procurado punto de divergencia no pasa de un envoltorio ilusorio creado por los espíritus revolucionarios e izquierdistas de las varias épocas?
¿A quien beneficia la existencia de esta distancia entre uno y otro?

fuente: http://www.reconquistaydefensa.org.ar/_estudios/nazismo.htm 

miércoles, 2 de febrero de 2011

INTER-NACIONAL SOCIALISMO MASÓNICO

HISTORIA DEL SOCIALISMO del siglo XXI
Las sociedades secretas en búsqueda de un Nuevo Orden Mundial
Parte XI

Es creencia popular que las sociedades secretas y la iglesia Católica han sido acérrimos enemigos. La verdad es otra; detrás de esa máscara de rechazo mutuo, que es sincero en las capas bajas de esas organizaciones, hay una afinidad de intereses y propósitos para los cuales se ha trabajado durante siglos. En las altas esferas de ambos lados hay líderes comunes que siguen tras el sueño de lograr un gobierno mundial bajo el control de esto que muchos conocen como “el poder invisible”.


Johann Adam Weishaupt
Adam Weishaupt, un jesuita que buscaba consolidar un tipo de gobierno mundial –cuya cabeza debía (y debe) ser el papa- al cual llamó el Nuevo Orden Mundial, intentó por todos los medios controlar a los países europeos protestantes y a los Estados Unidos que se erigían como una nación protestante. Para ello, infiltró las logias masónicas de América y se valió del uso de poderes ocultitas, tan comunes en los jesuitas y en los gobernantes del mundo (del uso de los poderes ocultistas en los gobiernos del mundo, hablaremos después). Para 1789, Weishaupt controlaba todas las logias masónicas de Europa. Y esas logias infiltradas fueron las que produjeron hombres como Simón Bolívar, autócratas y déspotas que buscaban ser las cabezas seudomonárquicas en esa “independencia” latinoamericana.
Weishaupt decía que el establecimiento de ese Nuevo Orden Mundial nunca ocurriría en forma pacífica y democrática, y que éste sistema sólo podría ser establecido por la revolución violenta.
Esta teoría fue perfeccionada años más tarde por otro discípulo jesuita, Hegel, quien dijo en 1823 que “El conflicto provoca el cambio, y el conflicto planificado provocará el cambio planificado”.

Hegel
Hegel sabía que, para conseguir este “cambio planificado”, había que “planificar” el conflicto. Algo en lo que los jesuitas estaban incursionando desde hacía siglos. Los hijos de Loyola habían experimentado con estos cambios “planificados” y habían tenido un relativo éxito. Sabiendo que las ideas de la Revolución Francesa los habían cogido desprevenidos, ocasionándoles mucho daño en los regímenes monárquicos europeos y en las colonias donde actuaban en contubernio con las coronas, eran conscientes de que debían reparar los errores del pasado y “controlar los cambios”, con guerras cuidadosamente planificadas. Las ideas de Hegel fueron propagadas en colegios y universidades católicas originando acalorados debates juveniles en las aulas, hasta que poco a poco el furor hegeliano se fue apagando…. O, al menos, eso parecía.
Pero los jesuitas sabían lo que había que hacer. Hegel les había dado la fórmula: del conflicto de la Tesis con la Antítesis, surgiría la Síntesis resultante. La tesis ya existía: eran los gobiernos de Europa y América: democracias y monarquías “cristianas”. Así que la Antítesis debía inventarse.
Compton, un autor católico eclesial, escribió al respecto: “En 1846, había un sentimiento de cambio en el aire. Un cambio que se extendería más allá de las fronteras de la Iglesia y transformaría muchas facetas de la existencia… Dos años después un selectísimo cuerpo de iniciados secretamente que se llamaban a sí mismos la Liga de Doce Hombres Justos de los Iluminati’, financió a Carlos Marx para que escribiera el Manifiesto comunista… ["The Broken Cross: Hidden Hand In the Vatican" (La cruz torcida: mano oculta en el Vaticano)
Es importante anotar que esta liga de “Doce hombres justos”, o Gobierno de los 12 (G12) fue posteriormente implantada en el Opus Dei y, años más tarde, por César Castellanos y su esposa Claudia Rodríguez de Castellanos (senadora colombiana) quienes aseguraron haber recibido del mismísimo Jesús la “visión del G12” con la cual su iglesia “cristiana” crecería geométricamente hasta apoderarse del mundo “para Cristo”; pero esta visión de los Castellanos no es otra cosa que una copia al carbón del modelo del Opus Dei, igual que calcaron al dedillo los “Encuentros Espirituales” de Loyola para sus propios “Encuentros”. Todo esto tiene el objetico de lograr la obediencia mística de sus seguidores usando el ocultismo.
Estos “illuminati” que financiaron a Marx no son otros que los pertenecientes a la orden ocultista creada por Adam

Mockus, al servicio de los Rothschild
Weishaupt. A su vez, este sacerdote jesuita, en su empeño por establecer los Illuminati e infiltrarlos en la masonería mundial, fue financiado así, como indica Compton: “El (Weishaupt) recibió respaldo financiero de un grupo de banqueros de la Casa de Rothschild. Fue bajo su dirección que se elaboraron los planes a largo plazo y a nivel mundial de los Iluminati…Aquí es importante anotar que esta poderosa familia (Rothschild) tiene intereses económicos en toda latinoamérica; en Colombia sus representantes han sido Julio Mario Santodomingo, César Gaviria, Rudolf Hommes, Fabio Villegas, la familia Urrutia, y otros personajes entre los cuales tenemos a Antanas Mockus, un hijo de lituanos  cuya financiación de su campaña política fue abundante gracias al barril sin fondo de la familia Santodomingo. Cuando fue alcalde de Bogotá, Mockus le entregó a los Rothschild empresas públicas de la capital.
El comunismo era la Antítesis necesaria para este Nuevo Orden Mundial jesuita. Aunque fue teóricamente creado cuando el Manifiesto comunista fue publicado por Carlos Marx y Federico Engels (ambos judíos educados por jesuitas) en 1848, los jesuitas ya habían ensayado este sistema en Paraguay, con sus famosas Reducciones. Estas Reducciones funcionaban como lo hacen los regímenes socialistas modernos: como una dictadura en manos de una oligarquía “socialista” donde no existía la propiedad privada, sino que ésta era totalmente controlada por el Estado Socialista; el mismo Estado controla la educación (el sueño dorado de los jesuitas), los medios de producción y la vida privada de las personas. Tanto las reducciones jesuitas como el comunismo coartan las libertades individuales y eliminan a los intelectuales quienes, como dijo el monje francés ya mencionado, “el enemigo es el intelectualismo” y, para exterminarlo, hay que “cortar cabezas, declarar la guerra, atacar..” Con el tiempo, en el Concilio Vaticano II, en 1960, los jesuitas lograron que el papado apoyara todos los movimientos comunistas del mundo. A partir de este Concilio, la Santa Sede, en política abierta, ordenó a todos sus sacerdotes y obispos que apoyaran a Cuba, China y Moscú. Fue a partir de 1960 que la Iglesia, como política clara y sin ambages, aceptó patrocinar otro invento jesuita: La Teología de la Liberación, un tema que trataremos después.
Obedeciendo estas premisas jesuíticas, los regímenes comunistas (o socialistas) de Mao, Stalin, Fidel Castro y otros, no han dudado en exterminar a los intelectuales de sus países. Saben claramente que los intelectuales son peligrosos alborotadores y que es mejor la obediencia ciega de las masas incultas, analfabetas y místicas. Si se observa bien, esta es la premisa de los movimientos guerrilleros de América Latina quienes, siguiendo las instrucciones jesuitas de que “el fin justifica los medios” y que cualquier acción, incluso la matanza de personas, es loable si se hace por “motivos altruistas”. Son las mismas normas morales jesuíticas constantemente enunciadas por el Polo Democrático, movimiento político colombiano apoyado por las FARC y –por ende- el narcotráfico, en vocería del ex magistrado Carlos Gaviria que pregona constantemente que los delitos que cometan los guerrilleros, así estos sean atroces, deben ser considerados como delitos “políticos” y juzgados con benevolencia.

Carlos Gaviria defiende y promueve el asesinar personas por motivos "altruistas"
Por “benevolencia” se entiende que no pueden ser castigados. Gaviria también ha publicado en El Tiempo,  que las acciones encaminadas a derrocar el gobierno legítimo de Álvaro Uribe, son loables ya que el gobierno de Uribe –dice él- es ilegítimo. Las mismas normas morales enunciadas por grupos radicales de “evangélicos cristianos” que tanto en Estados Unidos, como en Venezuela y Colombia, apoyan a líderes políticos cuestionables, ordenando a sus fieles apoyarlos mientras declaran que cualquier guerra que estos adelanten, tiene “el favor de Dios”. Jesuitismo puro.
Cualquiera diría, entonces, que los dos regímenes, la democracia capitalista y el comunismo, son antagónicos. La verdad es que sí y no. Son antagónicos en cuanto a sus premisas pero ambos tienen en común sus patrocinadores y beneficiarios. En ambos casos, quienes manejan los hilos del poder, subrepticia o abiertamente, son los jesuitas, quienes al mismo tiempo controlan la banca internacional en manos de judíos a su servicio.
Por tal razón, no es raro que los capitalistas gringos de Wall Street estuvieran dichosos con este nuevo sistema –el socialismo- recién impuesto en Rusia.
Anthony Sutton, en su libro,  “Wall Street And The Bolshevik Revolution”, reimprime una caricatura política que fue creada por Robert Minor, publicada originalmente en el St. Louis Dispatch en 1911.

Caricatura de Marx donde se evidencia el apoyo del capitalismo de Wall Street a su "comunismo"
Aunque en 1911 el comunismo no se había establecido aún en Rusia, donde gobernaba todavía el zar, esta caricatura muestra a Carlos Marx en medio de la calle en la zona de Wall Street (Nueva York); en su brazo izquierdo sostiene sus tesis sobre el socialismo. Al fondo se ve el Empire State Building mientras una muchedumbre de personas levantan sus puños con un gesto de victoriosa alegría. En la caricatura, Carlos Marx está desfilando triunfalmente mientras George Perkins, socio del archimillonario J.P. Morgan, estrecha jubiloso su mano. Detrás de Marx se ven a Andrew Carnegie, a J.P. Morgan y John D. Rockefeller esperando su turno para estrechar la mano de Marx. Otro personaje, que parece ser el anfitrión, observa complacido el estrechón de manos: Es nada menos que Theodore Roosevelt, el nefasto presidente norteamericano que robó el Canal de Panamá a Colombia.

Junio de 2010

 Por Ricardo Puentes Melo

El verdadero origen del Socialismo: Los Illuminati



Palabras como socialismo o socialistas fueron utilizadas a principios del siglo XIX en en la Nouvelle Encyclopédie, en 1830; en el periódico francés Le Globe en 1832; en la revista Co-operative Magazine en 1897… La palabra “social” se enfrentaba a la palabra “individual” y sus exigencias, reclamaba el enaltecimiento de los derechos de los hombres post-revolución-francesa, invocaba un nuevo orden, un nuevo orden social que desplazara y rompiera las estructuras socioeconómicas que venían en el devenir histórico: esclavismo, feudalismo, capitalismo…

No se sabe a ciencia cierta cuando comenzó a gestarse este pensamiento social, aunque como anteriormente nombramos en ejemplos, había personajes importantes, grupúsculos y/o medios informativos que iban impulsando poco a poco esta nueva corriente. Sin embargo, la historia pareciera colocarnos un punto importante de desvelamiento: la gran Revolución Francesa.

Pero, ¿Quiénes estaban detrás de la Revolución Francesa? ¿Quiénes fueron los intérpretes de esta corriente social que pretendía un nuevo orden socialista? La implicación de los illuminati y de masones en la Revolución Francesa está fuera de toda duda. El duque de Orleáns, Saint-Just, Danton, Herbert, Lafayette, Mirabeau, Marat, Robespierre, Desmoulins y Babeuf, fueron algunos de los iniciados y revolucionarios masones e illuminati que participaron en la gran Revolución. Máximos grados Illuminati bávaros ya disueltos como Johan Joachim, Christopher Bode y el barón de Busche, además del creador de la Masonería Egipcia de Rito Egipcio, el illuminati Alessandro de Cagliostro, ya andaban por las logias u orientes franceses en los años 1788-1789. La influencia de los restos de los Illuminati de Baviera, disueltos por los procesos inquisitoriales por parte de la nobleza, la masonería de la Gran Logia inglesa fundada por pastores protestantes, cristianos conservadores y nunca iniciados, acompañados por los martinistas, fue de gran contenido e impacto.

LOS ILLUMINATI PRECURSORES DEL SOCIALISMO

“Pocos de estos hombres, si es que había alguno, conocían el plan del que sólo estaban informados los más altos jefes de la masonería. La mayor parte creían que simplemente estaban tomando parte en la causa de obtener independencia de un tirano. La masonería era para la mayoría de ellos, como lo es para la mayoría de los masones hoy en día, meramente una organización fraternal que promueve fines sociales y provee a sus miembros de un entorno de camaradería” William T. Still

El fundador de Los Illuminati de Baviera, Adam Weishaupt (1748-1811), explicaba que –la Igualdad y la Libertad son los derechos esenciales que el Hombre, en su perfección originaria y primitiva, recibió de la Naturaleza... El primer atentado contra esa Igualdad vino del establecimiento de la propiedad. El primer atentado a la Libertad vino de la Sociedad y los gobiernos. Los únicos apoyos de la propiedad y de los gobiernos son las leyes civiles y religiosas. Así pues, para restablecer al hombre en sus derechos primitivos de igualdad y de libertad hay que comenzar por destruir toda religión, toda sociedad civil, y terminar por abolir la propiedad-. También podemos recalcar parte de su pensamiento cuando expone –he propuesto una explicación de la Francmasonería, ventajosa desde todos los puntos de vista, por cuanto se dirige a los Cristianos de todas las confesiones, los libra gradualmente de todos los prejuicios religiosos, cultiva y reanima las virtudes de sociedad por una perspectiva de felicidad universal, completa y rápidamente realizable, un Estado donde florecerán la libertad y la igualdad, un Estado libre de los obstáculos de la jerarquía, la clase, la riqueza arroja continuamente a nuestro paso… no tardará el momento en que los hombres serán dichosos y libres-.

Adam Weishaupt fue el primer gran socialista revolucionario, y por consiguiente los Illuminati bávaros seguían la misma senda, del la cual se nutrió la masonería operativa y revolucionaria, La conspiración de los Iguales, de Blanqui, del socialismo científico (comunismo) de Marx y Engels y del socialismo libertario (anarquismo) de Bakunin y Kropotkin.

Los Illuminati de Baviera fue una orden paramasónica, es decir, con una estructura y grados masónicos pero soberanos e independientes de la Gran Logia inglesa y del Gran Oriente francés, fundada en Baviera, Alemania, el 1 de Mayo de 1776 por Adam Weishaupt. Weishaupt describía a la Orden como la masonería operativa restablecida de la tradición masónica, ya que ésta devolvía, como en otrora, al Hombre a su estado primigenio de libertad y descubrimiento de la divinidad interna, la transformación del operario por medio del trabajo iniciático, a la transformación de éste y la realidad que lo envuelve, mientras que la masonería moderna (inglesa) fundada por dos cristianos nunca iniciados, castraron todo indicio operativo de la masonería y del dios de la Luz, el cual fue muy valorado por Marx, Bakunin y Fourier. Posteriormente Francia de desmarca acertadamente de la Logia inglesa por sus normas y moral cristiana muy conservadora, sectaria y manipuladora, creando así el Oriente francés, aunque sin embargo, Weishpaut planteaba que no pudo superar el idealismo, la metafísica tan arraigado que había entroncado James Anderson, para dar paso finalmente al materialismo, a la razón atea, a la ciencia y el rigor, como sí lo había hecho la orden iluminista.

La Orden defendía una iniciación basada en los términos de igualdad, libertad, fraternidad y revolución, términos que posteriormente fueron la consigna de la Revolución Francesa; un sistema iniciático de trece grados que se fundamentaba en el “despertar” de la consciencia del Hombre “dormido”, en la coherencia, en la ciencia, en el rigor, en la filosofía materialista…

Sin embargo, gracias al proceso inquisitorial los illuminati bávaros fueros disueltos, perseguidos y torturados, y alguno de ellos que pudieron, ya establecidos en otras latitudes europeas y de los cuales muchos fueron a dar a Francia y EEUU, se unieron a las filas masónicas francesas y estadounidense nutriendo e infiltrando el corpus ideológico iluminista revolucionario. A pesar de eso, a lo largo de la historia, la masonería regular o especulativa (inglesa) y la irregular o liberal (francesa), y los cuerpos iluministas estadounidenses dieron la espalda traicionando hasta hoy, sus orígenes más profundos libertarios e igualitarios.

POR LA SENDA ILUMINISTA: MARX, BAKUNIN, PROUDHOM, KROPOTKIN

“Todo lo que vive tiende a realizarse en la plenitud de su ser. El hombre, ser vivo y pensante al mismo tiempo, para realizarse debe ante todo conocerse” Mikhaeil Bakunin.

Karl Marx (1818-1883), el Prometeo de Tréveris, de origen judío, fue el que sentó las bases del socialismo científico o comunismo, siendo sus obras más destacadas El Manifiesto del Partido Comunista y El Capital. Marx en su juventud, en la Universidad de Berlín, se unió a una sociedad secreta de carácter iluminista y hegeliana en 1836 llamada Doctor Club. Ya para 1846, una organización iniciática secreta descendiente de Los Illuminati llamada, La Liga de los Doce Justos de los Illuminati, financió a Marx para que escribiera el Manifiesto, el cual aparece en 1848 y la Liga cambia su nombre a la Liga de los Comunistas. Ahora, los Illuminati habían creado e impulsado el comunismo, trasladando así en el Manifiesto, las principales premisas illuminati bávaras, propuestas socialistas y revolucionarias:

- Abolir las monarquías y promover las repúblicas.

- Abolir la propiedad privada, los derechos sucesorios y eliminar la desigualdad social.

- Abolir las naciones y las fronteras y convertir a la humanidad en una única patria.

- Abolir las religiones y promover el laicismo.

- La toma del poder.

Igualmente, estas ideas nutrieron a los anarquistas o socialistas libertarios como Mikhail Bakunin (1814-1876) y Pietr Kropotkin (1842-1921). De hecho, Bakunin aparece en “Bakunin y la Internacional en Italia del 1864 al 1872” de Max Nettlau (1865-1944), el principal historiador del anarquismo, la documentación que acredita a Bakunin como grado 32º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, éste pertenecía a la logia de Les Elus d´ Hiram de París; Pierre Joseph Proudhom (1809-1865) fue iniciado el 8 de enero de 1847 en la logia de Besançon, y otro como Luis Le Blanc (1811-1882) era miembro de la Logia L´Humanité de la Drôme.

No es raro ver que el 1 de Mayo, El Día del Trabajo y de La Razón, haya sido el día en que fue fundada la orden de Los Illuminati de Baviera.

EN LATINOAMÉRICA: FRANCISCO DE MIRANDA, EL PADRE DE LA MASONERÍA Y LA REVOLUCIÓN

Por otro lado, en la historia de América se aprecia la buena influencia iluminista, de las cuales los franceses y los estadounidenses vieron con muy buenos ojos en su momento. Por ello no es raro ver que en la firma del Acta de Independencia de Estados Unidos, de cincuenta y seis personas, sólo uno no era masón; la gran mayoría de nuestros próceres venezolanos fueron masones, de hecho, Francisco de Miranda (1750-1816) es considerado el padre de la masonería latinoamericana. Él fue el fundador y Gran Maestre de la Sociedad de Lautaro, una sociedad con ciertos nexos a los Carbonarios, los cuales tuvieron nutridos e influenciados por los restos de los Illuminati. Dicha Sociedad de Lautaro o Caballeros Racionales, tenía sede como en Londres y Cádiz, y era tendente a abolir la monarquía e implantar la república en América y en especial Caracas; su fin último era la independencia de América. Por esto, Miranda siempre buscó apoyo en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, en los cuales participó en sus revoluciones, muy acercadas a los ideales illuminati y del cual vemos su relación a través de Los Carbonarios. Gracias a su participación en la Revolución Francesa, Francisco de Miranda aparece en el Arco de Triunfo de París.

La Logia de Lautaro fundada por Miranda tenía unos grados de iniciación independentistas y demócratas, muy cercanos a los ideales illuminati y masónicos revolucionarios que promovieron e idearon la Revolución Francesa basados en la libertad y la igualdad y, por consiguiente, el socialismo.

Otros de los tantos ilustres independentistas que promovieron las naciones fueron: Bolívar, iniciado en Lautaro por Miranda en 1803 en Cádiz; Simón Rodríguez, José María España, Manuel Gual, Pedro Gual, Andrés Bello, Rafael Urdaneta, Santiago Mariño, Carlos Soublette, José Tadeo Monagas, José Félix Ribas, Antonio José de Sucre, Daniel Florencio O´Leary, José María Vargas, Juan Crisótomo Falcón, José Antonio Páez, entre otros muchos. En otras latitudes, Lafayette, Washington, San Martín, O´Higgins, Rizal, Martí, Garibaldi, Sandino, Franklin.

Para la historia, siempre ha quedado resaltado que Bolívar en 1828, prohibió toda sociedad secreta (en especial la masonería) en la Gran Colombia. Bolívar quizás impulsó erradicar todo resto de aristocracia y monarquía de la cual la masonería inglesa estaba relacionada al igual que la francesa. La Gran Logia inglesa estaba relacionada e infiltrada en la aristocracia y la nobleza inglesa al igual que el Oriente francés que estaba relacionada con la familia napoleónica. El fundador y creador de la masonería egipcia del Antiguo y Primitivo Rito de Memphis y Misraïm, el illuminati Cagliostro, fue el iniciador del mismo Napoleón Bonaparte en la masonería egipcia.

FUENTE: http://www.aporrea.org/ideologia/a47887.html